jueves, 30 de julio de 2009

El inolvidable taller

Durante cuatro años participé del taller de escritura coordinado por Raquel Giana. El inolvidable taller, lo llamo, porque fueron momentos muy especiales. No sólo por el ejercicio de escribir, sino por todo lo que compartimos y aprendimos juntos. Los compañeros: Negro Mazzini, Colette Birabent, Lali Calderón, el cordobés Daniel Rodríguez (mi casi pariente) y Meriam Picón. Compartieron con nosotros Luis y Bea pero no durante los cuatro años. Y cuando volvía de estudiar, Pancho Paparella
Para mí todo fue maravilloso. Tengo amigos de hierro que conocí en el taller. Todos mis compañeros excelentes escritores y la experta coordinación de Raquel.


Foto de publicación de textos- Foto Manuel Miranda


Ella ha escrito sobre el trabajo: "Pensar lo grupal como una unidad es un obstáculo. Nada más lejos de la unidad y de la homogeneidad de un grupo. En este conjunto de personas la unidad es anudamientos, cercanías, rechazos. Lo que une es la tarea, el hacer. Lo demás, haces de luces entrecruzadas. Y en el decir, siempre un decir fragmentario y único pero anudado en la trama que tejen todos."

El taller "Palabras a la obra", nos ha dejado hermosos recuerdos:

Daniel, el más cordobés del mundo, ante una propuesta de Raquel de dar sinónimos de beso, dijo:TRUCHAZO! Es nuestro Rodrigo bolsonés.
Lali y los cuentos sobre su abuelo. Pepe leyendo con timidez y agregando en el momento de la lectura (el mejor narrador oral). Meriam y su cuidada redacción, imaginando cuentos que contaría a los mudos pacientes en su consultorio de dentista.
Colette actuando con su voz de diva.
Y yo intentando siempre acodar la poesía sobre la mesa.


Son esas cosas que la vida nos da y que valoramos más cuando se han ido y notamos que ya no se repetirán.

Hemos escrito sobre papelitos la memoria del taller:

Raquel, la curiosa.
La abuela de Lali.
Los cuerpos etéreos de Pepe.
El Weinert de Mazzini y los chocolates.

Los finales firuletes de Colette.
Raquel pidiendo un orden imposible entre los vahos etílicos.
Las ranas. Los cuentos contados por Pepe.
Los brindis!
Silvia preguntando permanentemente ¿eso es cierto?

¿Qué buena que está la india de Lali!
Los cuentos pensados de Daniel y hablados en cordobés.
Raquel que hace bien.

La cuñada y las siestas adolescentes de Daniel.

Las coincidencias en los textos y la seguidilla de varios encuentros.

Los brindis cada vez más opulentos y engordando.

Las fiestas de fin de año.

El control del tiempo, las ideas, la alegría, todo de Raquel.
La prolífica Silvia.

Esos recuerdos esotéricos y experiencias maravillosas de Colette con fantasmas y extraterrestres.


Todo esto lo escribimos, lo pegamos en un gran papel y allí, quedó, pero lo principal es que nunca se fue de nuestros corazones.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

HERMOSO RECUERDO. DA ALGO DE NOSTALGIA Y DESEOS DE HABER SIDO PARTE. alicia

Unknown dijo...

Pensar lo grupal como una unidad es un obstáculo. Nada más lejos de la unidad y de la homogeneidad de un grupo. En este conjunto de personas la unidad es anudamientos, cercanías, rechazos. Lo que une es la tarea, el hacer. Lo demás, haces de luces entrecruzadas. Y en el decir, siempre un decir fragmentario y único pero anudado en la trama que tejen todos."

Maravilloso...

Silvia Rodriguez dijo...

Sí. Fue de verdad maravilloso. Y el nunca más lo volvió eterno

Silvia Rodriguez dijo...

Raquel fue una mujer increíble y nos ayudó a crecer en el difícil arte de escribir